martes, junio 21, 2011

Dama de concierto

La luna se levanta entre un fondo negro, sus manos invisibles se mueven al tono de una melodía de luz, esa que las estrellas siguen. Pronto el cielo se rodea de brillo musical, el concierto de la noche está a punto de comenzar.

Los grillos inician sus sonetos, cada uno a ritmo de su amada de cabello oscuro. Van bien vestidos para la ocasión y le bailan al cielo a través de saltos furtivos del corazón.

Bajo el calido brillo, los lobos siguen con su canto a la orquesta, enamorados de la blanca dama del cielo. Compiten para ganarse un rayo de su blancura sobre ellos, una prueba de su amor inmutable. A veces, entre sus cantares, le lloran a la tristeza de no poder alcanzar a la mujer mas distante de todas, aquella que invade sus sueños al dormir y sus aullidos a despertar.


Búhos entran en escena, dejando su letra a traves de su aleteo. Mueven sus ojos al ritmo de la música que ilumina entre los troncos, acompañando su vuelo prematuro a la caza.

Los arboles son invitados por la brisa a bailar y, colorados de emoción, comienzan una danza árabe con sus ramas, aquella que sólo ellos conocen. Los encantos de sus bailes pronto contagian un bosque entero, que le grita a las luces de la ciudad. Estas no pueden escapar del ritmo y acompañan, inconscientemente, la musica de la noche.

Pronto la orquesta se extiende y la bella mujer del cielo sonríe ante su espectáculo. Ella sólo espera que la veas hoy, por que al fin y al cabo, le pedi que tocara para ti.

jueves, junio 16, 2011

La extraño


Extraño sentir su calidez. Esos buenos días de baile que me entregaba, las buenas noches de serenata que yo le daba. ¿Dónde está hoy? Perdí su dirección, nunca le pedí su facebook y menos su msn ¿Seguirá viviendo aquí cerca? Podría visitarle una noche y pedirle que vuelva, que sólo me permita sentarme a su lado.

Los sentires que hacen faltan se amontonan en un cajón. Las mariposas en el estomago, las piernas temblando, las manos parecidas a las de un anciano, débiles que parecen tambalearse, pero fuertes como las de un atleta. ¿Me odiaría si le pido su regreso? ¿Tendría que rogar por un poco más de las hormigas recorriendo la piel?

El deseo de verle se oculta en una esquina de la memoria cautiva. Aun recuerdo ir caminando a su lado, sonriéndole. Ella, a veces burlándose, escondiéndose de mí, como si fuera fácil vivir sin encontrarle y ahí simplemente sentirme perdido, como hoy.

Como la extraño a ella, a la sensación de estar enamorado.