lunes, abril 25, 2016

Rompiendo la rutina: Vivir juntos y sobrevivir para contarlo

Hoy no escribo en rima, ni cuento historia en prosa, hoy soy yo, hablando de la vida y nada más. Hace casi dos años tome la decisión arriesgada de salir de casa a vivir como pareja en un departamento, en menos de dos días, situaciones ajenas a nosotros nos hizo dejar ese departamento y desde ese día hemos cambiado de residencia casi seis veces. En esas seis veces, bien podríamos haber elegido el rendirnos y separarnos porque de alguna manera pareciera que algo quería cambiar todo, pero no lo hicimos.

Ante personas inconformes y otras que nos apoyaron, hemos salido adelante de una u otra manera. Debo de decir que no fue, es o será sencillo vivir con tu pareja, antes o después del matrimonio. Vivir con tu pareja antes de casarte te prueba, los hace fuertes, porque al final, lo único que los mantiene juntos es el amor, no hay un papel, no hay una propiedad, no hay un ser humano que los mantenga uno al lado del otro, sólo son ustedes.

No busco fanfarronear cuando les digo que vivir con tu novia te enseña a ser hombre, no un macho que sus padres aún mantienen, un hombre que puede ayudar a proveer y apoyar a seguir adelante. Tener que aprender a ser ordenado, aprender a nivelar las tareas de la casa para que cada uno haga lo que le toca, enfrentarse a las deudas conjuntas e incluso aprender a usar tarjetas, que es lo peor, nunca las usen, malditos bancos. Sin embargo, lo que más te mantiene es el amor, el amor de alguien que te espera con los brazos abiertos, que comparte contigo, que pelea a tu lado ante adversidades y que no importa que algo alrededor de ti no le gusta, comprende y se queda.

Si quieres enfrentarte a retos de verdad, inténtalo, en mi caso he tenido éxito. Claro hemos tenido peleas desde donde van las cucharas hasta cuantos perros queremos tener, al final el amor te mantiene unido y las peleas son sólo un suceso chistoso que recordar.

Da miedo ir contra la corriente y los estatus establecidos en la sociedad moderna, dominada por una generación que mira con malos ojos a la más joven. Hasta cierto punto es entendible pues para ellos, en algunos casos, es considerado hasta pecado, aunque no me he quemado cada que voy a misa y el arreglo que me queda cada domingo de ramos no ha sufrido combustión espontánea cuando cuelga de la ventana.

Al final, lo que mejor he aprendido son cinco simples y sencillos puntos:

1.       Lo que mantiene la maquina moviéndose es el amor, viviendo juntos antes, durante o después del matrimonio, esta es una ley universal.

2.       Darse su espacio o como yo lo llamo “Tu sigue viendo Sex and the City por enésima vez, mientras yo me enfrento al mundo 8 del Super Mario, pero nos mantenemos uno al lado del otro en el sofá”

3.       Entender que aunque no los una un papel, son prácticamente una familia. Esto incluye comprender que, aunque sea difícil, su familia ahora es la tuya y la tuya ahora es de ella también.

4.       Nunca, nunca de los nunca dormir separados. Pueden pelear y darse la espalda, pero nunca se separen. Si quieren continúen en la mañana, pero manténgase uno al lado del otro.

5.       Diviértanse. Salgan justo con sus amigos, paseen, vean una película todas las noches, descubran una serie juntos (Vean How to Get Away With Murder, no tiene nada que ver con esto, pero está muy buena y a los dos nos encanta).

No estoy tratando de convencerlos de hacerlo, sólo digo que en mi experiencia, no me arrepiento de los riegos, de las lágrimas y las sonrisas que me ha costado recordar que debo de lavar los trastes todos los días y limpiar a un par de perros que no entienden en que a las 8 am de domingo no se debe de ladrar. 
Al final, es lo más divertido que pueden hacer, por que cuando llegue ese papel, el vestido blanco y la gran fiesta, la miraran a los ojos y sabrán perfectamente que hicieron la elección correcta.