Ellas son de mí sin pertenecerme. Ellas son de ellas, son de alguien, son de nadie. Pero luego comienzo a escribirles, ahí se transforman en un vaivén de palabras en figuras de ideas que me dan, en emociones que comienzo a formar a su alrededor mientras las letras moldean poco a poco las ideas, ahí se hacen mías.
Se hacen mías cuando recuerdo sus ojos y comienzo a escribir para ellos, se hacen mías cuando la memoria me cubre de sus cabellos y me deja hundirme en ellos entre mis pensamientos. Así se hacen mis musas, que pueden durar una hora, un día o un año, pero son mis musas por un el tiempo que mi inspiración me permite.
Son aquellas a las que les escribo con títulos suaves, aquellas que me causan las emociones de pasión, amor, desprecio y dolor. Ellas pasan como relámpago en mi cabeza y con el destello de luz puedo hacer una pluma para escribirles en el cielo de mis pensamientos.
Son mis musas por unos instantes, por unos momentos. Suficientes segundos para escribirles una alegoría de palabras finas.
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