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Hace mucho había una niña, pequeña bonita, cabello negro y ondulado, largo y hermoso, con una sonrisa encantadora. Esta niña estaba trasformándose en una señorita y en medio de esa transformación, se enamoro. Se enamoro de un niño como ella, entrando en la adolescencia. Los dos se querían querer, pero quererse querer no basta. El niño se fue antes que pudieran quererse, ella se cerró, sufrió su primera decepción, lo único que supo hacer es fingir, fingir que era feliz. Se dedico a buscar llenar el vació del niño que se fue, se dedico a fingir querer a otros, simplemente para sentirse segura, para fingir una realidad donde ella no sufría, pero sufrió.

Nosotros mismos creamos nuestros desamores, nos concentramos tanto en los pasados, que no dejamos que llegue alguien a curarnos esas viejas heridas con sus detalles, sus canciones, sus poesías y sus abrazos. Entonces el desamor tiene la única cura, el amor, pero no hacia otros, sino hacia nosotros, el poder amarnos lo suficiente para enfrentarnos al sufrimiento y reírnos en la cara de la decepción.

Te invito a reírte de eso, ríete mientras te levantas después de haber sufrido. Ríete por que no importa cuantas veces te tumbe, te levantaras una y otra vez, al final el desamor estará bajo la suela de tu zapato y tu, sonriendo, seguirás caminando.
Hace mucho me preguntaron “¿Cómo le haces para levantarte siempre?” Yo le conteste “Simplemente lo hago”
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